Consejos para escribir diálogos

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¡Buenas y santas!

El diálogo es una forma muy eficaz de controlar el ritmo narrativo de nuestra novela y son una de las partes que más cuestan escribir, por eso voy a compartirte unos consejos que te serán de gran ayuda:

1. Construye una voz distinta para cada personaje

Cada uno de nosotros habla de un modo diferente y lo mismo deberían hacer tus personajes. Fíjate en cómo habla la gente en la calle en función de su nivel cultural, su profesión o sus aficiones. Toma nota de los temas sobre los que hablan y las palabras que utilizan para hacerlo.conversacion

En una de las entrevistas que Jorge Luis Borges concedió al programa ‘A fondo’ de RTVE el autor argumentaba que no utilizaba cultismos en sus textos, sino que simplemente escribía en el lenguaje que era más normal para él. Tus personajes también deben elegir sus palabras en función de lo que les resulte más o menos cercano, también deben tener un tono único que los diferencia del resto de personajes y que resuene de un modo único en la mente del lector.

De otro modo, este lector no verá más que una serie de clones. Un grupo de maniquíes sin vida que le impiden ver la historia de fondo.

2. Huye de los dialectos como de la peste

Hay muchos escritores que se han hecho famosos escribiendo en dialecto. Irvine Welsh, sin ir más lejos, es uno de ellos. El autor de ‘Trainspotting’ es conocido por ambientar sus obras en su Edimburgo natal y hacer que los miembros de la clase obrera más desfavorecida sean sus protagonistas. Ése es el entorno en el que Irvine Welsh creció y ése es el entorno en el que se encuentra más cómodo al ambientar sus novelas. Pero hasta él ha ido reduciendo el uso del dialecto con el paso del tiempo.

Al lector le cuesta muchísimo leer un diálogo largo en dialecto porque esa forma de hablar alza una incómoda barrera entre el texto y el lector que le hace olvidarse de la historia para fijarse sólo en el dialecto. Por eso, si no queremos dejar de lado totalmente este tema del dialecto porque creemos que es algo necesario para caracterizar a nuestro personaje, bastará con dejar caer una palabra MUY de cuando en cuando para que el lector sepa ante quién se encuentra.

3. Ve directo al grano

—Hola
—Por fin… ¿qué tal todo?
—Perdona el retraso, parece que en cuanto caen cuatro gotas la gente se olvida de cómo se conduce.
—Tranquilo, no he llegado hace demasiado. ¿Quieres tomar algo?
—Pues no sé… ¿tú qué estás tomando?
—He pedido una cerveza para entretenerme en lo que miramos lo que tienen.
—Venga, pídeme otra entonces.
—Genial. Toma la carta.
—Muy bien. ¿Alguna recomendación?
—Aquí hacen unas ensaladas muy buenas.
—Uhm… Querías contarme algo sobre Mauricio, ¿no?
—Cierto, casi se me olvidaba. He revisado los últimos expedientes que ha entregado, y no me cuadran las cuentas.

Muchas de las conversaciones que mantenemos en la vida real siguen un patrón similar a éste. Damos vueltas y más vueltas antes de empezar a tratar el tema que nos interesa. Lo malo es que el lector no tiene tiempo para toda esa cháchara. En el caso particular que hemos puesto a modo de ejemplo, el diálogo debería haber empezado en la última frase.

—He revisado los últimos expedientes que ha entregado Mauricio, y no me cuadran las cuentas.

No hagas perder el tiempo a tu lector, y sobre todo no le des ninguna oportunidad de volver las tapas de tu novela y abandonarla.

4. Nunca utilices el diálogo para transmitir información que ya conozcan los personajes

—¿Has sabido algo de Sonia últimamente? Ya sabes, esa compañera de trabajo nuestra que pidió dos años de excedencia para viajar a Japón e investigar la cultura del país.
—Siempre le interesó mucho todo lo referente a ese lugar, ¿verdad?
—Sí. Ya sabes que ella me dejó los primeros mangas que leí… ¡Y mírame ahora!

Nadie habla así en la vida real y tampoco deberían hacerlo nuestros personajes. Lo siento, pero tendremos que encontrar otra forma de contarle al lector toda esta información referente a Sonia si es que es tan importante.

5. Muestra lo que está sucediendo

Veamos este ejemplo:

—Siéntate. Tenemos que hablar.
—¿Hablar? —preguntó A con desconfianza.
—La empresa no está pasando por sus mejores momentos —explicó B conteniendo sus emociones— y me temo que no podemos seguir contando contigo.
—¿Me despides? —preguntó visiblemente enfadado—. ¿Así de fácil? ¡Yo te ayudé a crear esta empresa! —gritó indignado.

Y ahora éste otro:

—Siéntate. Tenemos que hablar.
—¿Hablar? —preguntó A congelando su saludo en el aire.
—La empresa no está pasando por sus mejores momentos —explicó B sin alzar la mirada de sus papeles— y me temo que no podemos seguir contando contigo.
—¿Me despides? —exclamó y empujó su silla hacia atrás—. ¿Así de fácil? ¡Yo te ayudé a crear esta empresa! —gritó apoyando las manos en la mesa y acercando su rostro al de A.

Los dos diálogos deberían depurarse mucho, pero lo que aquí quiero mostrar es sólo la diferencia que hay entre decir que uno de nuestros personajes está enfadado y hacer ver al lector lo enfadado que está. Al hacer que el lector vea cómo se sienten los personajes en lugar de contárselo nosotros, eliminaremos cualquier obstáculo entre el lector y el personaje y haremos que la escena gane en intensidad.

Recordemos que el autor no es más que un mal necesario y que lo realmente importante es la historia.

6. No abuses de la variedad de etiquetas

Un error muy común es el de creer que el hecho de repetir la etiqueta “dijo” será algo perjudicial para nuestro diálogo. Así, el impulso inicial es el de sustituirla por todo un conjunto de términos más o menos expresivos: “gritó”, “exclamó”, “repitió”, “espetó”, “barruntó”… la lista es interminable.

El caso es que el lector ya sabe que tenemos la necesidad de etiquetar las intervenciones de nuestros personajes de cuando en cuando, y obvia enseguida la palabra “dijo”. Es casi como si no la leyera. Si cambiamos de etiqueta constantemente, en cambio, el lector será más consciente de esas palabras que NO forman parte del diálogo y que sólo deberían ser una ayuda para que nadie se pierda en su lectura.

Estaremos alzando una nueva barrera entre el lector y los personajes.

Por otra parte, las intervenciones de los personajes que participan en un diálogo deben etiquetarse lo justo y necesario para que el lector sepa quién está hablando en cada momento. Evidentemente, habrá que etiquetarlas mucho más en una conversación a siete bandas que en un vis a vis.

7. Escribe frases cortas

Si te fijas en cómo habla la gente en la calle, verás que nadie utiliza esos largos soliloquios que leemos en algunas novelas. Bueno… tal vez los utilice ese amigo que sólo desea escucharse a sí mismo, pero lo normal es que hablemos en frases cortas.

Una regla no escrita dice que debemos escribir un máximo de 12 palabras entre signos de puntuación.

8. Utiliza el diálogo para controlar el ritmo de la acción

Podemos dar un poco de velocidad a nuestro relato:

—¿Por fin te has dignado a  venir?
—Ya ves…
—Creí que no te vería más hasta fin de curso.
—He estado ocupado.
—¿Se puede saber en qué?
—En mis cosas.
—Supongo que eso es importante que sacar adelante el curso, ¿verdad?

O podemos relentizarlo cuando queramos:

—¿Por fin te has dignado a  venir? —preguntó María cruzando los brazos y plantándose en el camino de Pablo.
—Ya ves…
Pablo clavó la mirada en el suelo y dio una patada a una pelusa invisible.
El silencio era denso, pesado. Tan incómodo que casi se había vuelto ya insoportable cuando María se atrevió a romperlo de nuevo.
—Creí que no te vería más hasta fin de curso.
Habían pasado más de tres meses desde la última visita de Pablo a su consejera de estudios y todos los avances que habían conseguido se habían esfumado. Ahora era como si nunca hubieran existido.

Fuente:Como escribir un libro

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